Sevilla es una ciudad anómala: hacemos obras innecesarias sólo para presumir de nuestro ego y tardamos lustros, cuando no décadas, en arreglar las cosas realmente importantes. Un claro síntoma de locura o de ineficacia, según se mire. Un ejemplo es el nuevo acuario que se va a inaugurar definitivamente el próximo año. El proyecto original data de hace trece anualidades y todavía no está terminado por completo. Que una ciudad tarde casi década y media en sacar adelante un equipamiento de esta índole –privado y recreativo– permite hacerse una idea de la capacidad de la sociedad sevillana para llevar a buen puerto iniciativas turísticas. Una tortuga hubiera llegado antes al destino.
Archivo de octubre 2013
Los padres de la patria
Convendría poner en cuarentena el lugar común que acostumbra a asociar el porvenir de las patrias con el ejercicio del derecho o la educación. Estamos gobernados por abogados y maestros que, en realidad, en el fondo no son ninguna de ambas cosas, sino políticos cuya máxima aspiración es convertirse en padres de la patria. Un estudio de la UPO nos ha desvelado esta semana que el perfil medio de nuestros representantes políticos abunda en profesores de escuela, docentes y juristas más o menos versados en la carrera de leyes. Vivimos en una autonomía regida por profesionales, se dirá.
La doble moral
Estar parado, además de ser una desgracia, se ha convertido en un estigma. Que a uno lo despidan carga toda la responsabilidad de la situación en la víctima, en lugar de hacerlo sobre el verdugo. Perdónenme la crudeza, pero una resolución de contrato –como llaman los abogados de empresa a un despido– viene a ser como un funeral: hay un muerto (tú), un verdugo que, como en las películas de Berlanga, dice que lo siente mucho pero es su oficio, y un largo duelo que abarca a los familiares y a los amigos (que a partir de entonces te queden).
Bajada de impuestos, incertidumbre electoral
La desesperación hace milagros. Zoido (Juan Ignacio) ha decidido que su tercer año de mandato (ya no podemos decir triunfal, aunque así empezase) va a baja los impuestos a los sevillanos. Aleluya, dirá alguno. Conviene tener prudencia: la rebaja fiscal anunciada esta semana por el alcalde hispalense puede ser más relativa de lo que se augura en función de lo que haga el Estado central con el resto de sus figuras tributarias. A la espera de ver en qué queda la cosa, los datos oficiales indican que el descenso general en este tributo local será el próximo año de un 13%, lo que se traduce en un ahorro teórico de 52 euros al año en la factura del IBI. El impacto que esta decisión tendrá en las arcas municipales asciende a 33 millones de euros.
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