No es propio de un concejal interestelar, como es el caso del edil de Urbanismo de Sevilla, Maximiliano Vílchez, convertirse en un rebelde, un antisistema, un anarquista. Mucho menos si lo hace en nombre de un gobierno de orden que, aunque perjura que no es de derechas ni de izquierdas, sino de Sevilla, bien mirado quizás no sea ninguna de las dos primeras cosas, pero tampoco la última. Y, sin embargo, sucede, que diría Neruda.
Archivo de diciembre 2013
El político sin atributos
A Zoido le han preguntado a través de twitter cuál es su ubicación ideológica.
El alcalde ha respondido:
“No soy de derechas ni de izquierdas, soy de Sevilla”.
La frase es una joya. Primero porque, en contra de lo que es habitual, tiene una sintaxis bastante simple. Las ideas están claras. No hay matices ni confusiones. Y segundo porque, dos años y medio después de acceder al poder, reitera que el regidor hispalense no ha modificado un ápice su famosa visión sobre lo que es la política para él: un estorbo. Cabría preguntarse entonces por qué se presentó a las elecciones y ha perdido tanto tiempo, y nos lo ha hecho perder a todos, primero en la oposición y ahora con sus idas y venidas entre la Alcaldía y el Parlamento andaluz.
Quemar las naves
Es una tragedia silenciosa. Sin eco. Privada. El paro juvenil, igual de terrible que el ordinario, pero con un punto más intenso de nihilismo, ha subido en Sevilla por encima del 41%. Más de 131.000 jóvenes con menos de 35 años, que es la edad oficial a la que se deja de serlo a efectos administrativos, no encuentran un empleo. ¿Le importa a alguien? A ellos. Y a sus familias, sospecho. A los que no parece preocuparle mucho es a los políticos indígenas, que continúan dentro de su círculo endogámico. En la Junta se arropan con la bandera blanca y verde, como si la autonomía fuera un Estado menor. En la Plaza Nueva celebran como niños tontos el éxito de que haya mucha gente que se para a mirar las bombillas encendidas en la calle.
Sevilla bajofondo
Los altos palacios y las cloacas están siempre conectados. Entre ellos existe un vínculo histórico que explica la posición que cada uno de estos ámbitos tiene en la pirámide social. Ocurre en todas partes. En todo momento. En Sevilla también, por supuesto. Del inmenso caudal de basura del que se nutre la agenda política nacional, la mayoría de los casos de corrupción tienen como epicentro nuestra ciudad: la extorsión de Mercasevilla, el robo en cadena de los ERES, el desfalco de UGT, el procesamiento de la cúpula de la patronal por la desaparición del dinero que habían dado los compradores de unas casas en Sevilla Este.
Zoido ‘returns’
Zoido vuelve. ¿Es que se había ido a algún sitio? En realidad, y pese a las apariencias, nunca había estado. El alcalde de Sevilla, que llegó al poder tras una campaña electoral perpetua de cinco años, no ha sabido ralentizar a tiempo la rueda política y, dos años y medio después de irrumpir en la Alcaldía con brío épico, se encuentra ahora con que tiene unas elecciones municipales a la vista –dentro apenas de un año largo– mientras deja detrás suya el fracaso mayúsculo de haber devuelto al PP andaluz en una posición secundaria dentro de la política autonómica. Toda una paradoja si se tiene en cuenta que Javier Arenas ganó las elecciones regionales, aunque sin mayoría suficiente para gobernar.