El fascismo, ese pastel amargo en el que la ignorancia y la prepotencia se mezclan, acostumbra a usar vestimentas, chaquetas y chalequines de ferviente progresismo. Se diría que, lejos de formulaciones dulces, ha decidido unirse a su presunto enemigo –la democracia– hasta consumar un paradójico romance en el que el despechado siempre termina siendo el sistema de libertades (vigiladas). La reflexión viene a cuento de la última diatriba con la que nos deleita el mundo de las letras, aunque las letras sigan estando en realidad bastante lejos de estas tonterías de salón.
Archivo de diciembre 2014
El delirio
El egocentrismo de la presidenta de la Junta no sólo goza de excelente salud, sino que crece según discurren las semanas. Tras el año nuevo aumentará. No lo duden.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
Amor de madre
Salvador Dalí dijo una vez: «Que no conozca el significado de mi arte no significa que no lo tenga». Nos ocurre igual con la Sevilla indígena.
La Noria del lunes en El Mundo.
Tiempo de sátiras
Tiempos modernos, tiempos de sátira. Los medios, el dinero, la mierda del dinero, el dinero de mierda, los columnistas, los patronos, los tertulianos de las ondas, los sindicatos, el Rey, la Corona y el Vaticano. Todos se merecen –nos merecemos– una sátira, el único género literario que hoy en día, época de derrumbes, puede salvarnos in extremis de la locura cotidiana. La sensación no es nueva. Ya la enunció Max Estella en Luces de Bohemia: “El suicidio colectivo”. Nadie le entendió.
Las primarias que perdimos
Ha tardado seis meses en arrepentirse, aunque ahora lo disimule con una vehemencia que demuestra que la retórica nunca es capaz de disfrazar por completo los lamentos íntimos.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.