“Cuatro, dijo el Jaguar”. No hay personaje como el Jaguar: sucio, lascivo, totalitario, humano, demasiado humano, depredador y deslumbrante. Al Jaguar este año le han dado el Cervantes. Lo han incluido en la nómina de los escritores mayúsculos en español, en la lista de los padres indiscutibles, los dueños del idioma, que siempre son los escritores, no los académicos.
Archivo de febrero 2015
Alameda 1998
Lo escribió Shakespeare: «Estamos hechos de la misma materia que los sueños». Cuando Gervasio Iglesias subió al atril de los Goya hace una semana para recoger el premio a la mejor película por La Isla Mínima tuvo un déjà vu: esa sensación que consiste en haber vivido antes el presente.
La Noria del sábado en El Mundo.
Los diez magníficos
Jorge Luis Borges, que dictó clases de literatura inglesa durante dos décadas en la Universidad de Buenos Aires, presumía de no someter a sus alumnos al castigo de leer un libro cuyas páginas no les dijeran algo. Tampoco los examinaba. La academia consistía para él en algo más valioso: transmitir que la lectura es una de las formas de la felicidad en la tierra.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
La Sevilla de Chencho
Apelo a su infinita benevolencia. Vamos a adentrarnos en un territorio venerable. Un santuario laico. El rock sevillano tiene desde hace décadas dos cronistas excepcionales: don Luis Clemente, experto en filigranas, y el gran Blas Fernández, que todavía nos asombra con su Ventana Pop.
La Noria del sábado en El Mundo.
Minoritarios
Escribir para las masas. O escribir para un público selecto, reducido y tontaina. La cuestión no es baladí. Si uno escribe para el gran mercado, si logra como adelanto alguno de los envidiables cheques editoriales, si gana premio tras premio y recibe ofertas para cambiar el oficio de escritor por el de tertuliano, la crítica te mirará con malos ojos. Si es que te mira. Calidad y cantidad no acostumbran a ir unidas, aunque en literatura tampoco hay que generalizar. Si, por el contrario, uno decide escribir para un auditorio mínimo, una cofradía de elegidos –sobre todo en lo que a la poesía se refiere– o para un grupo de amigos eruditos, la crítica, acaso, termine por alabarte, aunque el común de los mortales te mirará con cara de broma cuando a la pregunta de cuál es tu oficio respondas que escritor.