Abordar poéticamente el esqueleto de nuestros recuerdos es una tarea ardua, difícil, casi temeraria. Un reto del que salir victorioso depende, sobre todo, del grado de sinceridad que elijamos para la tarea y de lo alto que sitúe el listón el poeta. José Silva Pacheco, granadino residente en Sevilla, poeta provinciano de verso trabajado, ha intentado en Memoria del olvido, su segundo poemario, dibujar las líneas merced a las cuales la memoria selecciona según qué recuerdos y define los elementos de defensa –inútiles, al cabo– con los que tratamos de cobijarnos del pasado, de la lluvia de las ideas, de las imágenes y los fogonazos con los que el destino nos castiga a la hora incierta de recapitular.
Archivo de junio 2015
Vanguardia y escabeche
Se atribuye a Petronio, escritor romano que vivió en persona los caprichos de la corte corrupta del emperador Nerón, la frase de que «la rareza es quien fija el precio de las cosas». En el caso de las hipotecas, causantes del estallido de la burbuja inmobiliaria, uno diría que no es la rareza, sino la avaricia convertida en institución.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
Sexagenario, soberbio, imposible
A los sesenta años uno ya no cambia. Si encima es un genio, o ha sido tocado por las sutiles manos de la maestría literaria, cualquier cambio de rumbo, de estilo, de pensamiento, resulta una tarea inútil, impensable; un completo imposible. A Umbral, el de las columnas, el intransigente niño mimado de los años de la Transición, nuestro último Larra, le ocurre esto: no puede cambiar aunque quiera. Tampoco está muy claro que quiera. El escritor madrileño es tan tozudo que dudo que haya caído en la cuenta de que su actitud, su carácter y su literatura, construida a partir de su memoria individual de resentido cósmico, requiera un cambio de rumbo, la entrada de aire fresco, una suerte de regeneración. No. Ha terminado convirtiéndose en su propio personaje: un escritor deíctico, el último de la república de las letras españolas. Un snob fustigador. Un genio que se cree todo un genio.
El nombre de las cosas
Óscar Wilde, que sabía mucho sobre la liturgia de los simulacros sociales, decía que la mayoría de las personas que se creen extremadamente originales no lo son. Sus pensamientos, en realidad, proceden de otros; han construido sus opiniones sobre los juicios ajenos; su vida es un ejercicio de emulación y hasta las pasiones, nuestros vicios más íntimos y sagrados, no son sino una mera cita a pie de página de un texto mayor. También le ocurre a las organizaciones políticas. La Noria del sábado en El Mundo.
Posesión con cojín y plasma
Marco Aurelio, el emperador romano, recomienda en sus Meditaciones que en la vida, que es una larga sucesión de desgracias con algún leve momento heroico, las cosas materiales sean recibidas sin orgullo y abandonadas sin esfuerzo. Es el sabio consejo de una filosofía que predica el desapego ante cualquier forma de báculo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.