Los meridionales mantenemos una relación cultural de desconfianza con las leyes. Sobre todo si disponemos de normas propias. Es el caso de esta República Indígena de la Marisma, donde se confunde la autonomía con los discursos reivindicativos y el autogobierno con una cámara de estética nórdica, muy cara y que produce un corpus legislativo tan excesivo como inútil. Es previsible que, como indican todas las encuestas, no interese la labor parlamentaria: sabemos perfectamente que sus normas no van a cumplirse.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.