Leo en la prensa las crónicas de un espectáculo que algunos llaman fiesta literaria. Se ha celebrado en el Queen´s Elisabeth Hall de Londres. Tres grandes escritores –Vargas Llosa, Umberto Eco, Salman Rushdie– leían en público fragmentos de sus últimas novelas. Las asistencia, que tenía algo de evento circense, por aquello de ver a las fieras encerradas en una jaula (de oro) y con cierta falsa actitud de gente razonable, fue masiva. Tratándose de un espectáculo que consistía en tres señores que sólo declamaban sus textos tiene mérito que congregase, según las reseñas, a más de mil personas bajo el mismo techo. Sobre todo si reparamos en que el asunto, por supuesto, era de pago: 1.500 pesetas, igual que los libros recién publicados de los tres protagonistas y mucho menos que sus obras previas, sobre todo si se adquieren en formato de bolsillo.
Archivo de octubre 2015
COAS
G.K. Chesterton escribió: «La mediocridad consiste en estar delante de la grandeza y no saber reconocerla». En Sevilla pasa con frecuencia. Parece ser el caso del ilustre decano del Colegio de Arquitectos (COAS), Ángel Díaz del Río, que ocupa desde hace una década, a base de cambiar los estatutos para perpetuarse en el cargo, la magistratura de esta corporación profesional, referente durante el tardofranquismo y la temprana democracia en los debates sobre la ciudad.
La Noria del sábado en El Mundo.
El ascensor social
Domingo Faustino Sarmiento, prócer de la Argentina decimonónica, padre de una patria que todavía estaba por hacer, escribió: «Si peleamos por la educación, venceremos a la pobreza». En Andalucía esta noble aspiración es incierta. El 38% de la población (3,2 millones de personas) padece lo que los sociólogos llaman «riesgo de exclusión», un eufemismo para no nombrar a las cosas por su verdadero nombre: son pobres, gente sin dinero para sobrevivir. La crisis ha engordado esta cofradía de la desgracia en 467.762 personas más, según el informe del European Anti Poverty Network (EAPN). Muchas proceden de familias expulsadas de la clase media, que ya no es destino, sino estación de paso. Otros son jóvenes. Incluso niños.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
El alfabeto de Umbral
Umbral, ya se ha escrito aquí alguna que otra vez, hace tiempo que no arriesga, que va a lo seguro y que gusta, esencialmente, de repetirse –lo ha hecho siempre, pero antes lo disimulaba con maestría– y repetirnos lo mismo: las cantinelas de su ego, que cada vez son más las crónicas de sus fobias que otra cosa. El maestro que fue se evaporó hace mucho tiempo, instalándose en el plácido territorio del aburguesamiento literario. Ahora publica uno de los nuevos diccionarios de autor que edita Planeta. Ya han salido tres –magníficos– relativos a la Historia (José María Valverde), la Política (Eduardo Haro Tecglen), la Filosofía (Fernando Savater) y las Artes (Félix de Azúa).
La nube
El maestro Raúl del Pozo dejó dicho hace años: «De casa se sale meado y con los periódicos leídos». Nunca lo he olvidado. Para un periodista obviar estas dos obligaciones -la primera biológica; la segunda intelectual- es un fallo imperdonable. En el caso de un político, la regla podría formularse así: no te arriesgarás a perder una votación; especialmente si estás en el poder.
La Noria del sábado en El Mundo.