El esqueleto esencial de estas disidencias son los recuerdos. La memoria. A medida que van pasando los años es más selectiva y frágil, pero sigue contaminada por el vicio de la literatura, por lo que, a estas alturas del sendero, cabe dudar de que se sostengan solas, sin necesidad de un bastón. De ahí que cada cierto tiempo reincidan, como los delincuentes, en los libros de lance, los viejos libros antiguos que, sin ser medievales ni estrictamente clásicos, desaparecieron demasiado pronto de eso que los periodistas llamamos la actualidad.
Archivo de marzo 2016
Epístola magallánica
Estimado prócer y acordado regidor: Sevilla es la ciudad de la doblez y los sobrentendidos. Un predio húmedo de brea, pez, sebo y aceite donde el cinismo se practica como si fuera una de las artes de la marinería. Al contrario de lo que cree el vulgo, esta variante de la impostura no es rebeldía. Supone, más bien, conformismo: el de quienes creen que nada importa si, a cambio de no mover un dedo, se ahorran litigios y, de camino, igual recaudan alguna dádiva de provecho gracias a las desgracias del prójimo. El método corriente, V.M. lo ha padecido, es ponerse de perfil, mirar para otro lado, guardar silencio y simular no conocer a quien te saluda por la calle.
La Noria del sábado en El Mundo.
La prescripción de la vergüenza
San Agustín escribe en el libro sexto de sus Confesiones que el tiempo sólo es una convención del presente continuo. Ni pasado ni futuro existen, salvo como tiempos mentales y ficticios. El único reloj real es el que señala el instante. Tras una semana escuchando en el Parlamento la cuerda de interventores, sección comisión de investigación de los cursos de formación, que se celebra en un salón con cortinas decimonónicas y bedeles de gala, uno llega a la conclusión de que estaba en lo cierto. El tiempo imaginario es la trama de esta comedia cuyo título podría ser: Prescripción por larga posesión de fondos. O también: Cómo hacer todo lo posible para burlar la ley sin que se note. Son títulos largos, es cierto, pero también son exactos.
Las Crónicas Indígenas del viernes en El Mundo.
‘Return to classics’
Remando al viento, que no es cosa fácil, uno termina casi siempre volviendo a los clásicos. En materia de elección literaria la libertad es la única norma que uno está dispuesto no sólo a respetar, sino a pelear con pacífica violencia. Hay quien considera que reincidir en los clásicos es un defecto snob, algo elitista, artificial incluso. Es la idea de quienes creen que todavía quedan ínsulas por descubrir. En literatura está todo dicho. La innovación consiste en decirlo de otra forma. Quien ha leído bien a Cervantes sabe que ninguna de las novedades editoriales, que se suceden en exceso incluso en estos tiempos de carestía, puede superar la inteligencia y la ironía de nuestro novelista mayor.
Los ofendidos
No hay nada que irrite más a los dogmáticos que la libertad ajena. Hace unos días vimos reunirse en la Plaza Nueva a decenas de personas para reclamar al Pleno, donde se sientan sus representantes, que no discutieran una moción de IU para que los ediles no participen en actos religiosos. La propuesta fue desestimada, lo que supone un acto de normalidad democrática: un concejal propone algo en función de sus compromisos electorales y el resto votan en función de los suyos. Las mayorías mandan; las minorías son respetadas. Todo razonable y, como dicen en la Argentina, obvio. En Sevilla, sin embargo, se ha interpretado como un pecado contra la historia sagrada.
La Noria del sábado en El Mundo.