“Entre la ideología y mi madre, me quedo con mi madre”. Esta sentencia, alejada del dogmatismo sonriente que se practica en estos tiempos, y que se expande incluso con mayor intensidad que en la época de las bufandas y las muchachas en flor marxistas, fue la que pronunció Camus el día en el que la izquierda oficial –la que presume de ser dogmáticamente de izquierdas– le recriminó su condición de convencido desertor de la causa soviética, que en los tiempos estelares del escritor francés todavía era paraíso y obligación para pertenecer a la secta de los elegidos.Cuentan que la frase no la dijo en realidad por una postura personal. Sencillamente fue un instrumento para expresar a través de un argumento íntimo una convicción pública: la ideología nunca es una madre.
Archivo de abril 2016
Prosopopeyus
Nos llena de orgullo y satisfacción leer en estas páginas la réplica –no diremos que noble, porque no lo es– de Núñez de la Fuente, consejero de Núñez & Crespo Asociados, sociedad en comandita, expresidente de la Fundación Atarazanas y prócer de la Red Magallánica que pagamos todos con nuestros impuestos. Los duelos a campo abierto siempre son mejores que los lances en los callejones, a los que tan aficionada es la pareja en quien Zoido confió el asunto magallánico. El intitulado antropólogo, aficionado a las artes de los mareantes, nos acusa de calumniarlo por su batalla contra los poderes sevillanos, a los que nos considera cercano. Nos da un poco la risa, pero nos contendremos.
La Noria del sábado en El Mundo.
Próxima estación, desengaño
Los grandes cazadores son animales pacientes. Saben que las piezas a campo abierto sólo se cobran si sabes cuándo dar el disparo de gracia. Es lo que está haciendo el ejército susánida en las vísperas de la interminable guerra por Ferraz, sobre la que nadie tiene dudas que tendrá lugar más pronto que tarde, pero cuya inminencia acaso no sea tan cercana como dan por descontado ciertos analistas. Andalucía, dada su condición de República Indígena, funciona con un calendario singular. Y Su Peronísima, la encarnación del absolutismo meridional, usa un reloj que no sigue las convenciones. Ella no cuenta los años por meses ni las semanas por días. Sus horas están movidas por la pulsión del poder completo, que, igual que en los relatos de Borges, puede convertir un segundo en un siglo y un año en un suspiro.
Las Crónicas Indígenas del viernes en El Mundo.
Los almanaques amarillos
El tiempo, como dejó dicho en algún sitio Agustín de Hipona, es siempre algo más. Algo más que tiempo, quiero decir. Las horas, al menos así se me figura desde siempre, son un concepto disfrazado: una idea bajo la que cada uno cobijamos los asuntos que no sabemos bien cómo denominar, esa suerte de fogozanos repentinos. Así, cuando hablamos de los años tenemos la sensación de hablar de algo que se ha ido. De algo que no siempre ha sido bueno.