Probablemente no fuera Dios, salvo que Dios sea un borracho de suburbio. Más bien se asemejaría a su opuesto: un sindiós. Un outsider. Pero, al igual que ocurre con Dylan (que no era santo de su devoción), a veces tiene un cierto aire. Alguna semejanza. Por fuera se nos presenta como una especie de deidad tronante. En la intimidad posiblemente fuera sólo un hombre tierno, horrorizado ante la vida. Charles Henry Bukowski Junior (Andernach, 1920-Los Ángeles, 1994), Hank para los amigos, Chinaski para todos los demás, que dejó un epitafio entre lacónico y ambiguo –Don’t try [Ni lo intentes]–, resucita quince años después de su muerte por leucemia en Los Ángeles, su ciudad, su universo, gracias a la reedición de dos de sus míticos volumenes de poemas, inéditos en español, y a la salida de imprenta de una miscelánea de textos que rescatan relatos, artículos, memorias y destellos de su sentido de la escritura, marcada por la efectividad y por su brutal sinceridad. Lírico y crudo. Sin medias tintas.
Archivo de abril 2017
Las banderas del agravio
Benjamin Franklin, que es el tipo que sale en los billetes de cien dólares, decía que las palabras nobles deben fijarse en piedra y los agravios hay que consignarlos sobre el polvo de los caminos. No es un mal consejo: la única manera de que una sociedad mejore es que sus ciudadanos dejen de hacerse las víctimas. El progreso no consiste en culpar a los demás de tus problemas. Implica asumir tu cuota de responsabilidad con respecto a tu vida. Eso es ser libre. En la República Indígena, sin embargo, venimos haciendo lo contrario desde hace ya tres décadas y media. Los resultados son calamitosos.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
‘Downtown’ Cartuja
Todas las grandes ciudades encierran en su interior urbes alternativas, complejas y contradictorias. Sevilla, aunque tiene un tamaño discreto, cumple este requisito a pesar de que ni la ciudad oficial (de los intermediarios a comisión) ni los costumbristas, esos tipos que nos hablan a gritos desde el atril de caoba del pretérito, lo reconozcan. Junto a la ciudad onanista de nuestras élites, en paralelo a la ficción privada de otros, que sitúan el paraíso de la infancia en la Sevilla de los años 50, que sólo era una ciudad triste marcada por la posguerra, el nacionalcatolicismo, el humor chusco, la crueldad seca y la misa diaria obligada, existen otras Sevillas que han ido haciéndose en estos años. Nuevos paisajes cotidianos que no tienen quien les escriba endechas y que son fruto del azar, la desidia o la casualidad.
La Noria del miércoles en El Mundo.
El periodismo acosado
No hay desgracia que no tenga un lado milagroso. La queja de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) denunciando unas supuestas amenazas de los jacobinos de Podemos contra algunos de los periodistas que cubren su actividad pública ha resucitado a un gremio en el que casi todos –si somos sinceros– pensamos que estamos medio muertos, con independencia de si hemos pasado ya por el molesto trance del sepelio (sin honores, por supuesto) o, como dejó escrito Cervantes, caminamos todavía con el pie en el estribo. El acoso a la libertad de prensa es inherente a este hermoso, menguante e incomprendido oficio que consiste, como dejó dicho Manuel Chaves Nogales, en andar y contar lo que pasa. Nada más. Nada menos.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
Liberalismo patrio
El escritor peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) no cree en los mundos perfectos. Toda una paradoja si se tiene en cuenta que su concepción de la novela es la de un demiurgo: alguien que distribuye la trama, los recursos técnicos, el estilo y la cadencia del relato en función del efecto preciso que pretende casuar. Su visión de la realidad, en especial en lo que se refiere al poliedro político que es su patria, ha discurrido casi siempre por meandros y caminos irregulares, pues de tal condición son los senderos americanos, donde la línea recta, salvo en el Norte, es una ilusión óptica. Su nueva colección de artículos y ensayos, que la editorial Aguilar trae ahora a las librerías bajo el título de Sables y Utopías, versa sobre los vaivenes del destino en ese ancho y ajeno subcontinente que es América Latina. La tierra de la libertad. Donde su conquista resulta tan complicada. Casi imposible.