Una de las grandes estafas que sufren los sevillanos consiste en que cuando votan a su alcalde no eligen a un regidor para los próximos cuatro años. No. Sin saberlo, sancionan en realidad a un promotor turístico. Por supuesto, pueden seleccionar el modelo de animador sociocultural que prefieran, pero -aunque parezca lo contrario- no les está permitido nombrar a alguien para que encauce los problemas colectivos. Tan sólo elegir a aquel que situará los intereses particulares de los hosteleros y hoteleros -los dos lobbies, junto al cofrade, con verdadero predicamento municipal- por encima de los suyos. Desde los tiempos de Manuel del Valle, el destino de todos los regidores que en Sevilla han sido consiste en trabajar en favor de la industria de la estampa, que es salvífica para unos pocos, neutra para la mayoría e irrelevante para el resto de la población.
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