Con total seguridad, el género más difícil para cualquier escritor –excelente o mediocre– es la crítica literaria. La interpretación de sus iguales, el elogio de sus maestros, la inquisición de sus opuestos. Se trata, por lo general, de una tradición a la que escapan escasos nombres. Entre ellos figura Mario Vargas Llosa, sin duda el mejor escritor de su generación, un novelista deslumbrante y Premio Nobel tardío (si lo comparamos con García Márquez). El escritor peruano, afincado en Madrid por voluntad propia, aunque con este exilio tenga mucho que ver su fracaso como político en el Perú, que lo salvó de los demonios del poder y lo consagró en exclusiva a la literatura, acostumbra a ser elogiado como narrador, aunque haya practicado el periodismo, sienta una vocación adolescente por el teatro y dedique parte de su tiempo al cultivo del ensayismo político, acaso como atenuante de aquella pasión que cuenta, alternándola con episodios biográficos e íntimos, en El pez en el agua: la vida como socialité, por desgracia bastante más conocida que sus insignes hallazgos literarios.
Las Disidencias en Letra Global.