La política, en cualquiera de sus variantes, puede equipararse con la maestría en el arte de la combinación de los colores, disciplina de cuyo dominio Goethe, el poeta alemán, mandarín en la corte de Weimar, decía sentirse más orgulloso que de sus versos y del Fausto. En 1810, el padre del Romanticismo germano publicó un tratado acerca de la Teoría de los colores –Zur Farbenlehre– en el que vinculaba el significado de los pigmentos de la pintura con el ánimo individual. El color, según esta tesis, no era un hecho objetivo, sino subjetivo que incluía la oscuridad. Goethe contradecía así a Newton, que en 1704 sostuvo lo contrario en su Óptica: los colores proceden de la descomposición de la luz blanca, al margen de cuál sea su percepción. Donde Newton veía la cosa en sí, el poeta alemán introducía la psicología. Esta analogía resume el curso político en Andalucía, que se cierra oficialmente dentro de una semana para entrar en un escenario distinto: el de unas elecciones anticipadas sin fecha cierta.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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