No hay género malo, sino periodista torpe. También ocurre en literatura: un libro fracasa cuando su autor no logra su objetivo íntimo; el número de lectores, desde el punto de vista artístico, es secundario. En el arte de la escritura y el oficio de la crónica los temas, por muy vulgares que parezcan, nos mejoran porque nos ayudan a descubrir cosas. Son promesas, posibilidades. Hay quien cree que Sevilla, con la que la historia de la literatura ha mantenido una relación esencialmente irónica, ya no puede ser una materia original. Todo está dicho. Alguien, no se sabe bien quién, aunque aspirantes hay cientos, ha establecido el canon de cómo debería contarse. Es falso, por supuesto.
La Noria del sábado en El Mundo.
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