La política indígena, a pesar de las apariencias y del calendario, no ha salido del marco mental del siglo XIX. Toda la vida pública de la Marisma es un ritornello que nos conduce, antes o después, a los usos, costumbres y hábitos de la Andalucía decimonónica, aquel crisol de hambres, necesidad, tenores huecos y hombres de honor. La antigua patria de los caciques con nombres y apellidos. Habrá quien crea que esta afirmación es exagerada. Puede ser, pero nosotros pensamos que incluso nos quedamos cortos. Causa desazón ver a los próceres de las Cinque Piague sentaditos en sus sillas, esta semana en el Parlamento, delante del busto en honor de Blas Infante (un hombre del XIX que vivió hasta el primer tramo del siglo XX) predicando una autonomía que no existe ni en el ámbito institucional ni en el partidario. No hay independencia sin libertad de criterio y sin solvencia económica. Lo primero no se tolera en los partidos y lo segundo no se practica ni en la Junta ni en los ayuntamientos.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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