No existe en la historia del arte –salvo excepciones contadísimas– el caso de un pintor que no haya tratado de dibujarse a sí mismo bajo la recurrente forma del autorretrato, ese género artístico que nace en Flandes y en Italia hacia finales del siglo XIV y que, desde entonces, no ha dejado de cultivarse, suponemos que porque no existe ningún otro impulso humano más poderoso que la celebración de la propia vanidad. El término retrato, cuya etimología procede del latín, designa la reproducción de un personaje o de una cosa, pero no siempre de forma exacta. Autorretratarse, de hecho, es una manera de fijar una identidad que no tiene que ser auténtica. Es un acto de afirmación contra la muerte. Y también un simulacro o invención.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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