El PP ha planteado su congreso súbito de Sevilla, donde entronizarán a Feijóo como rey de Génova después del ajusticiamiento a primera sangre de Pablo Casado, que tiene previsto despedirse –de cuerpo presente– ante sus asesinos políticos, buscando un evidente efecto espejo. Si en la capital de la Marisma fue donde Fraga cedió el mando a Aznar, que culminó su ascenso a la cúspide del partido conservador con su llegada a la Moncloa, el simulacro especular pretende sugerir esta misma analogía con otros actores distintos: Casado en sustitución del ministro de Franco y Feijóo en el lugar del señor absoluto de FAES. El símil es simétrico, pero también incierto. Fraga se excluyó por decisión propia y porque su figura limitaba al partido que fundase como Alianza Popular. A Casado lo han matado sus generales, temerosos de que su guerra con Ayuso en Madrid los abocase –a todos– al desastre. La sangre no es lo mismo que el agua. La génesis de la historia falla, aunque la puesta en abismo tenga aire de regresión consoladora: la guardia de Aznar retornando a los puestos de influencia y visibilidad para consolidar el mensaje de que el PP auténtico ha regresado.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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