La literatura, en el fondo, se parece al arte secreto de los crucigramas. El escritor crea un texto (mágico) donde cada palabra, en lugar de una función, como sucede en el lenguaje ordinario, debe provocar otra cosa: una sugestión. La lectura, que no es más una forma de escritura invertida, y viceversa, consiste en interpretar y sentir la música oculta de las palabras. No es una tarea fácil: el escritor debe tener talento, horas de vuelo y la suerte de dar con lectores sensibles, que no es lo mismo que sentimentales. Al igual que un crucigrama a medio hacer, un libro queda incompleto, frustrado, si sus lectores no interpretan adecuadamente la partitura.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal.
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