En casa del herrero, cuchillo de palo. En la domus de Bravíssimo (Juan), Il Grande Tesoriere de la República Indígena, consejero de Hacienda, Industria (cosa que en la Marisma no abunda) y Energía (dependiente), las cuentas las lleva su señora. «Así todo va bien», confesó al estrenarse en la consejería más poderosa de la autonomía, encerrada en el Castel de Sant’Angelo que diseñó (a su manera) Sáenz de Oiza. Si el Mole Adrianorum romano fue concebido como mausoleo de Augusto, el hombre que convirtió una urbe hecha de barro en otra de mármol, y después funcionó como refugio del Pontifex Maximus, Torretriana es la sede vaticana del político al que las derechas reunidas confiaron las arcas públicas y que, en contra de todos los elementos ambientales, ha conseguido sacar adelante tres presupuestos sin mayoría parlamentaria. No es logro menor si tenemos en cuenta que Bravíssimo (Juan) no fue la primera opción del Reverendísimo y el Adelantado, tanto monta, monta tanto, para este cargo -la primera fue Alberto García Valera- en el que ahora parece llevar toda la vida.
El Bestiarium en El Mundo.
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