En la tradición cultural de los clásicos, esos tipos que hablaban en latín y en griego, nuestras dos ilustrísimas lenguas muertas, acostumbraba a creerse que la voz de la multitud equivalía a la voluntad divina. Vox populi, vox Dei. Claro que también existen frases para lo contrario: los sabios antiguos todavía nos advierten, desde la honda lejanía del tiempo, de los peligros que tienen los argumentarios ad populum (populistas). O dicho de otra forma: electorales. Susana Díaz, que se presenta por segunda vez a la reelección tras heredar la presidencia de la Junta por designación digital (de Griñán, insigne reo de los ERE), había planeado hacer una campaña de baja intensidad, perfil institucional y absoluto trámite.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia
Deja una respuesta