El triunfo, incluyendo esa forma de inmortalidad (efímera) que llamamos posteridad, depende de estar en el sitio justo, en el momento adecuado, y con las compañías pertinentes. Si además se tiene talento, las posibilidades de perdurar en la memoria de los demás se multiplican. Quizás esta norma, que admite pocas excepciones, explique los motivos por los que buena parte de los españoles no saben aún quién fue, cincuenta años después de su muerte –un lejano día de 1968 en el florido exilio de México, donde le han dedicado algunas estatuas–, León Felipe, sobre cuyos libros ha organizado una exposición la Biblioteca Nacional y cuya figura es motivo de otra muestra monográfica –abierta hasta finales de este mes– en el Museo Etnográfico de Castilla y León.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal.
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