No existe nada más indígena que un consejero de Turismo, o un alcalde, pavoneándose por Times Square, supuesto centro neurálgico del mundo (publicitario), para celebrar que su aldea cuenta con una conexión aérea directa con Nueva York. Imagínense la escena: el prócer silvestre intenta parecer cosmopolita, celebra las bondades de la globalización, se felicita por un mundo sin fronteras, apela al orgullo (ridículo) de haber nacido donde no ha elegido hacerlo y festeja, igual que los indepes de Berga, aquello de el mon ens mira. Puede ser pronto una estampa inequívocamente malagueña, porque en los últimos tiempos, sin que nadie tenga el monopolio de esta patología, ya la hemos visto interpretada por hijos de la antigua Malaka, que a efectos simbólicos es como la Sevilla Eterna de los costumbristas hispalenses, que llevan decenios dando la brasa con las maravillas (perdidas) de su infancia.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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