El periodismo político se ha convertido en lo mismo que la teología para Borges: en una rama más de la literatura fantástica. La otra es el psicoanálisis. Entre ambas disciplinas bascula estos días de final de año la política indígena, donde -como dejó escrito Gramsci– «el viejo mundo se muere mientras el nuevo tarda en aparecer y, en ese claroscuro, surgen los monstruos». Estamos rodeados por ellos. Que la política en la Marisma, medio silvestre, es un bestiarium con muchas especies y pelajes dispares ya lo sabíamos. Que todas acaban antes o después convirtiéndose en lo mismo, también. La cúspide del poder iguala a quienes se sientan en la poltrona, pero no deja de discriminar a los súbditos entre tirios y troyanos. Escribir sobre nuestros próceres tiene algo de ejercicio de zoología: todos son animales que se creen fantásticos, aunque lo único asombroso que proyectan es vulgaridad.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo
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