Al Reverendísimo se le dan de lujo las entrevistas-masaje y las miradas trascendentes. Sobre todo si de fondo aparece la galería de sevillanos ilustres del Quirinale. Lleva mucho tiempo ensayando posturitas en el salón de los espejos de San Telmo, donde el ruido y la furia de la vida sucia quedan lejos y apenas son un viento que golpea (de vez en cuando) las ventanas. En honor a la verdad, no podemos decir que su discurso sea destructivo, como sucede en el caso de otras altas magistraturas. Lo que ocurre (y no es cosa menor) es que se trata de un mensaje tan aséptico y artificial que parece escrito por un coach. Después de oírlo piensas dos cosas, no necesariamente incompatibles: el presidente de la Junta tiene horchata en lugar de sangre en las venas y, a pesar del desastre de esta segunda ola del coronavirus, el muchacho se merecería ganar unas oposiciones, aunque no sepamos exactamente a qué. ¿Es el mejor gobernante para afrontar esta crisis? Honestamente, da lo mismo. Es a quien le ha tocado (por una milagrosa carambola electoral) la misión de campear con la pandemia y, a la vista de las últimas noticias -incremento incesante de contagios y una subida de enfermos y muertes que no teníamos antes del verano-, las cosas no van bien.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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