La literatura, pese a la convención que sostiene lo contrario, no es un fin. Es la consecuencia (brillante o desafortunada, que de todo hay en las librerías y en las bibliotecas) de un método. La escritura siempre antecede al libro. No sólo en el aspecto lógico y material –sin escritor no hay obra que valga–, sino en el artístico. Andrés Trapiello (1953) ha hecho casi toda su trayectoria literaria caminando a contracorriente. Frente a las modas (pasajeras). En contra de su generación –que despreció la tradición española y abrazó, en muchos casos sin conocimiento preciso, la narrativa extranjera–. Lidiando sin descanso con una hostilidad ambiental que durante muchísimos años condujo a la novelística española a un callejón sin salida que coincidió –en parte– con la fascinante emergencia y entronización de los grandes autores hispanoamericanos.
Las Disidencias en Letra Global.