Una de las indudables virtudes (partidarias) de los dos gobiernos de la derecha en Andalucía, el primero en coalición con Cs y sostenido con el apoyo parlamentario de Vox, y el actual con el PP como único actor que declama el mismo monólogo, es su extraordinaria habilidad para simular un cambio político que nunca ha existido o que, en el mejor de los casos, sólo es un escabeche colosal, pues no se ha traducido en reformas concretas, de fondo o sustanciales. Moreno Bonilla practica desde el día que entró en el Palacio de San Telmo un gatopardismo amable: esa actitud pacífica, estudiada, altamente escénica, que consiste en no cambiar nada, salvo la decoración, aunque de cara a la galería se presuma de hacer lo contrario. Ha asumido como propia la herencia acumulada de todos los gobiernos socialistas que le antecedieron.
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