Las personas somos lo que hacemos. En el caso de los escritores, esta misma regla puede extenderse a todo aquello que escriben. Al margen de que cualquier escritura tenga un cierto de grado de autobiografía, porque hasta para describir las cosas más simples o evocar una situación cualquiera hacemos, sin darnos cuenta, una operación de selección con las palabras, la sintaxis, la dicción o la perspectiva, la escritura –que es el ejercicio intelectual más complejo que existe– difiere según el momento, el cauce (genérico) en el cual se desarrolle y la aspiración (artística) de su autor. No es lo mismo redactar una nota que componer un poema; de modo semejante, pensar un relato obliga a un proceso distinto a articular una novela. Hasta la escritura teatral, dramática y dialogada, difiere de un guión de cine, que debe utilizar las palabras para crear imágenes. La escritura literaria, por definición, es un artificio. Su naturaleza retórica, hasta en sus registros más simples, camufla un esfuerzo escondido.
Las Disidencias en Letra Global.
