Olvidamos las cosas que carecen sentido y recordamos (para siempre) aquellas que hemos logrado entender por completo; especialmente si, al margen de su formulación abstracta, las encontramos encarnadas en el dolor de los demás. Ninguna idea es más poderosa que un testimonio personal. Para hacerse una idea cabal del cambio de ciclo que se está consumando desde hace algo más de un lustro en la política española, coincidiendo con el súbito ascenso y la posterior degradación del sanchismo, esa mutación (venenosa) de la socialdemocracia, conviene desconfiar de los relatos de corte simplista y sectario –las izquierdas armando un muro frente a las extremas derechas, el bien contra el mal, la virtud celebrando su cruzada frente a los vicios, los ángeles del cielo en pugna con los diablos del infierno– y preguntarse cuál es el animus que nutre la concatenación de decisiones, en apariencia desconectadas entre sí, adoptadas a lo largo de este tiempo por la suma de las distintas minorías políticas que orbitan alrededor del PSOE –manifestadas como mayoría únicamente en la última investidura– que todavía nos gobiernan (sin poder en realidad, ni gobernarse a sí mismas). La lista es extensa.
Los Aguafuertes en Crónica Global.