Una historia puede contarse de muchas maneras. Desde el comienzo hasta el final. Comenzando por su término y en busca de su principio. A través de fragmentos. Con las voces de los personajes. In media res. Con (o sin) elipsis. Y mediante contradicciones. La literatura del exilio de Manuel Chaves Nogales (1897-1944), el mejor periodista en español del siglo pasado, aborda todos estos métodos. Desde que su obra fue rescatada del olvido en un asombroso episodio de ampliación del canon literario, tanto por la respuesta de los lectores como por las guerras civiles entre herederos, editores e investigadores que se han ocupado de su obra, se ha escrito mucho, no siempre de forma documentada y exacta, sobre sus años en Francia e Inglaterra, hasta llegar a su tumba (sin lápida) en el cementerio de North Sheen, un suburbio de Londres. Chaves carece de obras completas –aunque sus mejores libros, artículos y crónicas hayan sido salvados del silencio de las hemerotecas por Abelardo Linares (Renacimiento), María Isabel Cintas (Fundación Luis Cernuda) e Ignacio F. Garmendia (Asteroide)– porque escribió en diarios y en agencias de noticias.
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