Los indianos –dicho así, en plural– eran los emigrantes que se marchaban a hacer las Américas. En el Nuevo Continente buscaban la prosperidad que se les negaban aquí. A veces dejaban en el camino semillas, lágrimas, flores y los líquidos que uno desperdicia cuando va en busca de la posteridad. En otras ocasiones su viaje terminaba siendo un camino camuflado hacia la muerte. Emigrar es parte de la tragedia cotidiana de la que ninguno podemos escapar. Simplemente es la variante nómada, diferente al asentamiento, que exige hogar, familia y responsabilidades. De estas historias de partidas y regresos, tan tristes, tan humanas, trata Gallego, la novela en la que Miguel Barnet, un escritor cubano, le ha puesto letra –la música es sorda– a las aventuras privadas que tienen lugar al otro lado del océano, lejos de nuestro suelo.
Archivo de junio 2016
La reina mendiga
Óscar Wilde decía que la naturaleza imita al arte. Tras oír a Su Peronísima ante la comisión de la formación, y constatar el efecto pánico del procesamiento de Chaves y Griñán por los ERE, pensamos que el escritor irlandés se quedó corto al rebatir a Aristóteles: la condición humana supera siempre a cualquier creación artificial. La prueba es que la Querida Presidenta estuvo sembrada ante los legisladores indígenas. Literalmente: no se movió del argumentario que traía preparado de casa. Era el mismo que ya nos habían avanzado en Canal Sur sus heraldos favoritos nada más comenzar la semana. Lo repitieron, con mayor vehemencia aún, tras conocer el auto contra los patriarcas caídos de la autonomía socialista.
Las Crónicas Indígenas del viernes en El Mundo.