La etimología se parece a la cartografía: dibuja un territorio –el origen y la evolución de las palabras, que es como decir del mundo mismo– que, aunque creamos dominar, siempre es un pasaje abierto al asombro. La última palabra hegemónica –arancel–, rescatada de un pasado que muchos consideraban caducado, es de procedencia andalusí: el término al-inzál describe el tributo asociado a las mercancías objeto de importación, exportación o tránsito entre países. Empezó, sin embargo, como suele suceder, significando otra cosa: la cantidad que se cobraba a las familias notables de un lugar para eximirlos de la obligación (marcial) de alojar a los soldados y a las tropas que pasaban por su localidad en su casa, generalmente a su costa. Cobrar un arancel es un acto de soberanía. Y su contrario –el contrabando– oficio de piratas.
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