Sostenía Wilde (Oscar) que detrás de un moralista lo que se esconde es un hipócrita colosal. No se trata de una regla exacta, pero, al menos en lides políticas, podríamos decir que la descripción se aproxima bastante a ese cóctel de disimulo y descaro que exige el juego del poder. Al mismo tiempo que Feijóo abría esta semana el melón de la renovación en Génova, su principal socio orgánico, el presidente de la Junta de Andalucía, con quien ha compartido sus secretos durante esta Feria de Abril, anunció que la administración autonómica volverá a personarse como “perjudicada” en la causa de los ERE, pendiente de un hipotético recurso ante las instituciones europeas tras la orden de obediencia debida del Tribunal Constitucional. La respuesta de la Audiencia de Sevilla, que fue quien condenó en primera instancia a los altos cargos del PSOE andaluz por los delitos de prevaricación y, en algunos casos, de malversación, ha puesto en un aprieto a la mayoría gubernamental del Tribunal Constitucional y a los expresidentes socialistas Chaves y Griñán, que ya se consideraban amnistiados por este caso de corrupción sin haber llegado siquiera a solicitar dicha medida de gracia.
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