El otoño, que en Andalucía siempre es una estación relativa y últimamente se ha convertido casi en un fenómeno virtual (sólo existe ya en el calendario), no ha comenzado demasiado bien para el presidente de la Junta de Andalucía. El desempleo ha crecido en la región un 1,21% –7.720 personas más– durante el pasado mes de septiembre, tras el fin de la campaña turística estival, dejando la cifra oficial de paro en 647.054 personas. En términos anuales el saldo todavía es positivo –un 9% menos de trabajadores sin empleo– pero este dato estadístico muestra la obstinada resistencia de la economía meridional a dejar atrás la temporalidad, la precariedad y la dependencia crónica del sector servicios.
Moreno Bonilla también celebró en septiembre su tercera reunión desde que es presidente con Pedro Sánchez, pero salió de la Moncloa –como explicó– “con las manos vacías”. La ausencia de sintonía entre el presidente del Gobierno y el mandatario andaluz es manifiesta. En el ámbito político son rivales –y lo serán más en un futuro nada lejano– y en el plano personal, aunque ambos guardan las formas, se percibe una manifiesta ausencia de química.
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