Jorge Luis Borges, que dictó clases de literatura inglesa durante dos décadas en la Universidad de Buenos Aires, presumía de no someter a sus alumnos al castigo de leer un libro cuyas páginas no les dijeran algo. Tampoco los examinaba. La academia consistía para él en algo más valioso: transmitir que la lectura es una de las formas de la felicidad en la tierra.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
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