Robbie siempre estaba preparado. Disponible. A veces, detrás. Otras, al lado. De frente o en un costado del cuadro. Su ubicación podía cambiar según el día y la compañía, pero su presencia no se discutía. Era parte del paisanaje. Comandaba los ensayos. Pisaba fuerte en los estudios de grabación. Y, en los mejores años de su vida, que fueron los primeros, hasta cumplir los 37, estremeció a las multitudes –no siempre pacíficas– con su guitarra eléctrica desde un escenario o subido en la parte trasera de un carromato en una verbena de feria. Robbie Robertson (1943-2023), que en realidad se llamaba Jaime Royal Robert Robertson (literalmente: en español), era un cuarterón mohicano –su madre se había criado en la reserva india de Six Nations (Ontario); su padre, judío, fue un gánster profesional asesinado de forma misteriosa– que aprendió a tocar la guitarra en Toronto (Canadá) tras quedar fascinado por la música country. En Six Nations, su primo indio le mostró los primeros acordes. Allí todo el mundo cantaba, bailaba o tocaba algún instrumento. La música era una fiesta comunal.
Las Disidencias en Letra Global.