Los muertos son unos tipos ingobernables. Tienden a no quedarse prudentemente enterrados. Sobre todo en ciudades como Nueva York, una urbe sustentada en el falso mito de que el pretérito se esfuma sin dejar rastro ni causar problemas. No es cierto. Incluso cuando una ciudad cambia, que es la naturaleza del urbanismo moderno, los rastros de la vida anterior permanecen, se agarran a los sitios, se refugian en el quicio de las farolas y, de alguna u otra forma, sobreviven a su deceso en las grietas del pavimento y en la traza de las plazas. De esas huellas escribe soberbiamente Luc Sante(Verviers, 1954), que nació en Lieja pero es, técnicamente, un perfecto escritor norteamericano. Un artista de la contención y amigo del desapego que cincela su prosa con la seguridad que imprime en el carácter el hecho de haber pasado por determinadas situaciones límite.
Archivo de abril 2018
La coalición ‘in fieri’
La Reina sólo habla de euros. No hay otro asunto. Su Peronísima reclama al malévolo Gobierno central por carta, enviando palomas mensajeras, a través de canutazos y hasta por vía legislativa que nos devuelva los grandes dineros que nos ha quitado -esos que nunca tuvimos- y que cambie el modelo autonómico de financiación (que data del último gobierno socialista) para que la Santa Marisma reciba lo que necesita, que es liquidez, haberes, pasta y pagarés, «que la cosa sigue estando muy mala, señores, que aquí hay familias que lo están pasando mal» and so on. Les ahorro el resto de la demagogia peronista. Si nos siguen, que sabemos que nos leen con la devoción de un interino, ya conocen de qué va la retórica rociera del susanato. Si tienen dudas siempre pueden recurrir a los bienmesabe. Son infalibles.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
La Sevilla mestiza, tres pasos
En Sevilla, que es una ciudad donde algunos hablan, y hasta escriben, con los ripios mojados de un pregón perpetuo, no es fácil encontrar a alguien capaz de expresarse con la libertad de las analogías, que básicamente permiten conectar cosas distintas gracias a una lejana similitud subjetiva. Jakobson, el lingüista ruso, lo expresó, estudiando el mecanismo retórico de la métafora, con una frase insuperable: la magia por contacto. Eso es lo que el cronista siente cuando camina, cual flâneur impertinente, por las ciudades del hombre, que es un título que le tomamos prestado al amigo Antonio Rivero Taravillo, que además de poeta cierto, novelista recurrente y traductor mayúsculo, es el abate (secreto) de la Santa Hermandad de Nuestra Señora de Mary Reyes, cuya collación (secular) radica en la calle de Sevilla con el nombre más hermoso que existe: Habana, esa joya (sentimentalmente recuperada) de ultramar.
La Noria del miércoles en elmundo.es
El ruido de la calle
El malestar social es como un resfriado: se incuba en solitario, pero se manifiesta en público. En las últimas semanas el ruido de la calle desmiente con hechos los discursos oficiales que nos hablan de recuperación, progreso, el final del túnel negro de la crisis y demás milongas. Mientras la agenda política se dedica a averiguar quién diablos es el nuevo ministro de Economía, y el Catalonian Circus ejecuta su interminable farsa non stop people, la gente del común continúa teniendo que salir a la calle para reclamar cosas básicas. Concretas. Nada de distopías identitarias. Los pensionistas exigen que sus jubilaciones se actualicen con el IPC tras décadas de cotización inútil. Las mujeres piden soluciones efectivas ante la injusta brecha salarial y otros espantos. En el Sur se preparan nuevas mareas ciudadanas en defensa de la sanidad pública. Los funcionarios, privilegiados cada vez que hay rumores de un hipotético adelanto electoral, consiguen lo que nadie más: ganar más dinero trabajando menos.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.