Hace cinco días, Sánchez, El Insomne, proclamaba: “Hay Gobierno para rato”. Su augurio ha durado menos de una semana (con sus días y sus noches). Que la legislatura pueda continuar, aunque sea para un periodo máximo de dos años escasos, que es la previsión general desde la tormentosa investidura, está en cuestión. Dependerá de los resultados de las elecciones vascas (21 de abril) y catalanas (12 de mayo), que suponen, a efectos del tablero político estatal, dos auténticos terremotos para una mayoría parlamentaria artificial que necesita mantener una misma constelación planetaria fija todo el tiempo. En Euskadi, donde la gran incógnita es si el PNV podrá retener el poder –con el apoyo del PSOE– o se verá superado por EH Bildu, lo previsible es que los socialistas ocupen una posición clave, pero secundaria. Sea cual sea la fórmula final –Moncloa se viene apoyando en ambos bastones desde hace tiempo– sólo un milagro podrá impedir que el fantasma de los últimos comicios gallegos –un PP triunfante, un PSOE barrido por los nacionalismos– vuelva a tomar cuerpo terrestre.
Los Aguafuertes en Crónica Global.