La mayor incógnita política en las inminentes elecciones del 23J, que son la segunda vuelta del mismo plebiscito que comenzase con las municipales del 28M, no es es si el sanchismo, concepto que para unos (los interesados) es la apoteosis de la bondad suprema y para otros (los contrarios) una alegoría de la maldad absoluta, va ser derogado por la victoria de las dos derechas que han sobrevivido a la famosa foto de la Plaza Colón de Madrid. El arcano es otro: ¿la gente va a votar a favor de algo (sea lo que sea) o en contra (de todo)? De la primera opción, llamémosle la fórmula cándida y optimista, depende el presente más inmediato de España. La segunda hipótesis marcará su futuro. Ambos conceptos –el pretérito y el supuesto porvenir, que puede no llegar nunca dada la mortalidad que nos acompaña a todos sitios– son objetos de manipulación y propaganda intensa por parte de los dos grandes bloques electorales que, más que ideológicos, muestran una indudable vocación sectaria. Las izquierdas, cada una a su manera, presentan la encrucijada electoral como una suerte de elección entre una España arco iris e igualitaria o el retorno a una nueva Edad Media.
Los Aguafuertes en Crónica Global.