La literatura española atesora una larga sucesión de primeras frases de poemas, novelas, ensayos and all this stuff colosales. Desde el arranque del Cantar de Mío Cid –“De los sus ojos tan / fuertemente llorando, / Tornaba la cabeza / y estábalos catando. / Vio puertas abiertas / y postigos sin candados, / Alcándaras vacías, / sin pieles y sin mantos, / Y sin halcones / y sin azores mudados”– hasta los Cien años de Soledad de García Márquez –“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”– pasando, por supuesto, por el lugar anónimo de la Mancha donde Cervantes hace nacer a don Quijote. No acostumbra a incluirse entre estas genialidades el exactísimo aserto de Rafael Guerra, grancalifa del toreo e ingenio de la alta lidia (verbal): “Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”. Luminaria nunca suficientemente ponderada, el Guerrita aportó al habla popular –¡Mueran las academias!– otros hallazgos literarios superlativos, como “Cauno es ca uno”, “Hay gente pa tó” (referida a Ortega y Gasset cuando le explicó que su oficio era la filosofía), “En Madrid, que toree San Isidro” (no es necesario dar más detalles) o “Pues habernasíoantes, Majestá” (dicha al rey Alfonso XIII cuando éste le comentó que le hubiera gustado conocerle en activo). En efecto: las cosas que son imposibles no pueden ser.
Los Aguafuertes en Crónica Global.