El maestro Baroja, el pavoroso hombre malo de Itzea, aquel ogro tan poco filantrópico que gastaba boina negra, acuñó una frase que todavía hoy algunos no parecen ser capaces de comprender. Viene a decir que la inteligencia no tiene domicilio territorial. Un periódico carlista –El Pensamiento Navarro– le había solicitado una colaboración para sus páginas literarias y el novelista vasco declinó la invitación con sorna:
“No puedo. Su periódico es un oxímoron. O es pensamiento o es navarro. Ambas cosas a la vez es imposible”.
Tenemos que darle la razón: vincular las ideas con la patria, que no es un destino, sino una contingencia, es la impostura más ridícula del mundo. La cultura siempre ha sido un hecho individual por mucho que determinados antropólogos nos la presenten cocinada, con reducción al vino tinto, dentro de un inevitable menú colectivo.