“España es un pueblo morbosamente inerte en la vida pública”. Acaso estas palabras, escritas por José Ortega y Gasset en los artículos políticos que publicase en el diario El Sol entre noviembre de 1927 y febrero de 1928, recogidos casi tres años después en un hermoso volumen de Revista de Occidente –cubierta de fondo blanco con tipografía encarnada sobre la estilizada silueta de un arquero–, acierten a explicar la pasividad social, que casi siempre precede a la política, ante la peligrosa operación de mutación, de naturaleza posmoderna, de nuestro modelo de Estado. Como es sabido, en la Constitución de 1978, formalmente vigente pero sobrepasada por los hechos consumados de la Moncloa, que no conoce freno, esta cuestión quedó abierta en lo que se refiere al capítulo territorial. Las autonomías existentes –ficciones de orden jurídico– han sido moldeadas, y en algunos casos inventadas, merced a lo que los expertos llaman el bloque constitucional. Esto es: el desarrollo normativo de lo que la Carta Magna permite, pero no define en detalle y, por tanto, tampoco limita.
Las Tribunas en El Mundo.