Josep Pla escribió en algún sitio que, en el fondo, todos somos animales climáticos. Individuos solares y seres ambientales sometidos, además de a la diosa Fortuna, a los caprichos e isobaras de la meteorología. En el caso del novelista Josep Conrad (1857-1924) el pronóstico más habitual es el siguiente: cielos nublados u oscuros, humedad subtropical unas veces y lluvia pretérita otras. Vientos violentos y cambiantes. Olor a brea y sogas. Cuerdas con nudos como tumores. Insularidad y marinería. No está nada mal para un escritor polaco –nacido en Ucrania– y sometido en su adolescencia y primera juventud, hasta que decidiera nacionalizarse británico, a la cruel disciplina del zarismo ruso. Conrad fue un hombre de muchísimos cielos, bastantes infiernos y vecino permanente de paisajes nómadas.
Las Disidencias en Letra Global.
