Saber demasiadas cosas de un personaje en ocasiones equivale a ignorarlo casi todo sobre él. La información no es siempre conocimiento. Quien conoce a alguien en exceso puede no reparar en lo esencial: la forja del carácter individual que, tras muchas lunas y soles, fue construyéndose primero, y deshaciéndose después, con la suma de sus días y de sus noches sobre la Tierra. Sin duda, es el caso de Cristóbal Colón. ¿Quién ignora que fue el descubridor de América? ¿Cómo olvidar que, igual que Jesucristo, la Historia Universal puede dividirse en antes y después de su existencia? Y, sin embargo, es tal la cantidad de biografías, estudios, cuentos y fábulas que se han contado –y siguen contándose– sobre su persona desde 1492, el año que le pertenece en los anales de la Eternidad, que es una misión difícil, por no decir imposible, resumir su imagen a lo estrictamente cierto. ¿Cómo fue el marino al que la monarquía castellana apoyó, concediéndole privilegios tan asombrosos como imposibles de respetar, para navegar hacia el Oeste en busca de las riquezas y las especias sacras de las Indias?
Las Disidencias en The Objective.
