En literatura lo que cuenta no son los galardones y los premios. Son los lectores. Y para no perderlos con la llegada de la muerte, en el entendido de que uno haya logrado el raro milagro de tenerlos en vida, es necesario haber creado libros que sean capaces de vencer al curso del tiempo, que es el cáncer que a todos nos devora. Mario Vargas Llosa (1936-2025) consiguió ambas cosas: escribir novelas y ensayos literarios excepcionales y, de forma paralela, convertirse, sin perder la excelencia, en un autor popular, al que no hacía ninguna falta haber leído para poder identificar. Juan Carlos Onetti, el novelista uruguayo, le dijo una vez que su relación con la literatura era la misma que existe en el seno de un matrimonio de orden, mientras que la suya –apasionada, inconstante y fugitiva– se asemejaba a los términos de un adulterio.
Las Disidencias en The Objective.