EL FUTURO, al margen de la máscara que elija para hacerse presente, habitó antes, aunque de forma distinta, en un pasado que hemos olvidado y cuya función es advertirnos ante la inminencia de una catástrofe. Por eso es pertinente la analogía entre el relato del Becerro de Oro y la aspiración de los políticos independentistas de controlar todos los impuestos que los ciudadanos pagan en Cataluña. John Gray, filósofo político británico, escribió que la política moderna no es más que una prolongación (discreta) de la historia de las religiones, otro capítulo de la sustitución del cristianismo por la secularización de la soberanía. Lo que Gray describe, sustancialmente, es un cambio de código cuyo objetivo pasa por continuar defendiendo una creencia antigua: la redención tribal que promete el independentismo a su grey, que es la última estación de todos los nacionalismos de corte populista, llegaría no bajo una forma celestial, sino a través de un hecho terrestre: un monopolio fiscal insolidario y absolutista.
Las Tribunas de El Mundo.