Abordar poéticamente el esqueleto de nuestros recuerdos es una tarea ardua, difícil, casi temeraria. Un reto del que salir victorioso depende, sobre todo, del grado de sinceridad que elijamos para la tarea y de lo alto que sitúe el listón el poeta. José Silva Pacheco, granadino residente en Sevilla, poeta provinciano de verso trabajado, ha intentado en Memoria del olvido, su segundo poemario, dibujar las líneas merced a las cuales la memoria selecciona según qué recuerdos y define los elementos de defensa –inútiles, al cabo– con los que tratamos de cobijarnos del pasado, de la lluvia de las ideas, de las imágenes y los fogonazos con los que el destino nos castiga a la hora incierta de recapitular.
Pudiera decirse que Silva Pacheco ha logrado su objetivo a medias. El libro, 40 páginas concentradas sobre una portada oscura, donde se reproduce un sexo femenino, tiene en algunos pasajes la sencillez de los versos que salen solos, naturales, llenos de sentido, dispuestos a la evocación, que es el efecto que la buena poesía debería dejar en los lectores. Suenan verdaderos. Pero, como en literatura la regularidad es más difícil que en ciclismo, el verso de Silva Pacheco se torna difícil en otros momentos, esforzado e imperfecto.
El libro termina siendo desigual: el talento, bien apuntado, perdura sólo en algunos senderos escogidos, no en todos los caminos que sugiere el poemario. Hay un cinturón que retiene la expresión poética, a pesar de algunos instantes de poesía fecunda, insertos en Inventario y en Aquí soñaba el propietario de esta casa, poemas en los que aparece la muerte, los viejos recuerdos que rompen el orden y concierto de nuestras vidas.
“Todos tenemos detrás un pasado no contable de vida irregistrada”, escribe Silva Pacheco. Y sí, la vida es un boleto de lotería comprado en un puesto de cambalaches, la llegada del otoño, la madurez irremediable, saberse en el tramo de bajada, lejos del sendero de subida. En la vida, a veces, hay que acordarse de olvidar. Silva Pacheco ha hecho un recado de escribir con su (des)memoria. Igual que hacemos todos en la baja edad media de nuestra vida.
Variaciones sobre un texto publicado en El Correo de Andalucía
[9 junio 1995]
Gregorio Verdugo dice
Al hilo de los recuerdos, Carlos, siempre se me hace presente aquella frase de Caballero Bonald cuando dijo aquello de «mi estilo es mi memoria», que ciertamente es el más difícil de los estilos, porque siempre existe una parte de la memoria de cada uno que es en realidad impostada, ya que no se trata de recuerdos personales propiamente dichos, sino que vienen de los relatos de los recuerdos de muchos otros que nos han contado a lo largo de nuestras vidas. Un abrazo.