Todos los divorcios del mundo son iguales, pero las rupturas entre quienes se han tirado años predicando las bondades cósmicas del amor puro y desinteresado –“por el interés te quiero, Andrés”– poseen un aire de venganza épico. Y justamente así ha sido el esperado portazo de Lo Que Queda de Podemos a la constelación (planetaria) que se autodenomina Sumar, el partido de autoayuda de Sor Yolanda del Ferrol y sus devotos, silentes y entregados apóstoles y cofrades. La marcha de los cinco diputados morados –los últimos de Vistalegre– al Grupo Mixto del Congreso estaba políticamente descontada. No supone sorpresa alguna.La única incógnita (relativa) era saber cuándo se consumaría. La espera ha sido breve: una vez que las exministras Montero y Belarra han dejado de serlo, el movimiento encabezado por Iglesias ha pasado a la reserva, a la espera de que vengan tiempos menos calamitosos. Es difícil: Podemos ha pasado de tener 3,1 millones de votos y ser la tercera marca política española en 2015 a convertirse en un consorcio de tres matrimonios (cruzados), lo cual es, sin duda, una gesta inversa al sentido tradicional que prescribe la épica. La suya es una epopeya interruptus: nunca pudieron superar ni el sectarismo interno, un vicio ecuménico entre todos los partidos políticos, ni la anagnórisis que significó el pacto (de sillones) con el sanchismo menguante.
Los Aguafuertes en Crónica Global.