En la figura pública de Ernst Jünger (1895-1998), igual que sucede en los cauces de los ríos, confluyen muchas aguas de distintas procedencias y orígenes contradictorios, provocando al mezclarse remolinos de incomprensión. Fue, sin duda, uno de los mejores pensadores de la Alemania de su tiempo. También un escritor que escribió en contra de la democracia, el liberalismo y en favor del nacionalismo. Participó en las dos guerras mundiales como soldado y mató a hombres. Paradójicamente, cuando Hitler –“ese diablo mezquino, enclenque y meláncolico”– ascendió al poder, tras la caída de la República de Weimar, poseyendo todos los atributos necesarios para convertirse en un referente intelectual del régimen, prefirió rechazar sus ofertas políticas, mantenerse libre y censurar moralmente al nazismo. ¿Por qué? Es difícil de explicar. Jünger intentó hacerlo a través de sus diarios, que son una de las obras maestras de la literatura memorialística europea.
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