En los diarios de Andrés Trapiello (1953) se oye crecer la hierba. La frase no nos parece del todo mala, sin que sea necesariamente buena, pero, igual que cantaba Machín en Corazón loco, el bolero que una vez bailaron nuestros padres en una remota aldea de la España provinciana, menesterosa y sentimental que ha desaparecido a medida que nosotros hemos ido cumpliendo años, merece una explicación. Y es ésta: quiere decirse que en el ciclo de libros enhebrados en esa sólida cadena que es el Salón de pasos perdidos, la vida sucede sin darse demasiada importancia, de forma directa y humilde y, por eso, es capaz de esculpir a su alrededor, con estos modestos materiales disponibles, una arquitectura hecha como de aire, con luces y sombras, transparente, dueña y señora de una naturalidad superlativa.
Las Disidencias en Letra Global.