Para poder descifrar una ecuación, esa suerte de hermético enigma matemático, es necesario arrinconar antes cada una de sus incógnitas. Limpiar la línea. Desentrañar la vida de un hombre, en este caso la existencia del poeta ultraísta, crítico y editor madrileño Guillermo de Torre (1900-1971), exige interpretar, del mismo modo que las profecías o las sentencias del destino, los versos de otros autores de su misma hora histórica. Del Pablo Neruda de la era de las vanguardias, autor de esa pieza soberbia que es ‘Walking Around’, incluida en su Residencia en la Tierra, conviene tomar la “deliciosa” idea de “asustar a un notario con un lirio cortado”. De Borges, camarada, cuñado y rival secreto, bastan los primeros versos de ‘A un poeta menor de la antología’, incluido en El mismo, el otro (1964): “¿Dónde está la memoria de los días / que fueron tuyos en la tierra, y tejieron / dicha y dolor y fueron para ti el universo? / El río numerable de los años / los ha perdido; eres una palabra en un índice”. Entre ambos se extiende el páramo de olvido donde, durante medio siglo, ha estado atrapada la vibrante figura de De Torre, hijo de un notario (sin lirio) y nombre recurrente en las notas al margen de muchos estudios, devoto de los ismos de la efímera España de la modernidad que hace ahora un siglo por vez primera parecía capaz de sacudirse su casticismo telúrico para hablarle de igual a igual a la cultura europea, hacedor de grupos y revistas, intelectual y creador de iniciativas editoriales como la Colección Austral (Espasa-Calpe) o el mítico sello Losada. El tiempo, asesino recurrente de las famas y las glorias del pasado, desplazaría su rúbrica de la posteridad literaria antes y, sobre todo, después de su muerte prematura –con setenta años– en el corazón del Buenos Aires de las familias patricias, a cuyo alrededor se movían los hermanos Borges (Georgie y Norah) y en el que De Torre encontraría cobijo intelectual y personal durante los largos años de su exilio.
Las Disidencias en Letra Global.