Un suicidio no tiene absolutamente nada de democrático. Es el monopolio del suicida. La realidad se caracteriza por su infinito pormenor y el diablo, como todos sabemos, habita sobre todo en los detalles. Las elecciones del 23J dejan un mapa político donde la única hoja de ruta –la posible investidura del aspirante del PSOE, que ha perdido en las urnas pero puede ganar en los despachos– parece haber sido trazada sin tener a mano una brújula. La política española, por lo general desconcertante, porque sus ciclos pasan de la navegación de cabotaje a la imprudencia del mar abierto sin transición alguna, ha perdido el Norte. La barca que (todavía) llamamos España está a punto de rebasar las míticas columnas de Hércules, el punto geográfico del Estrecho de Gibraltar donde terminaba el Mare Nostrum y los navegantes (fenicios) comenzaban a adentrarse en aguas ignotas. El capitán al mando de la única embarcación (en funciones) cree haber conjurado la posibilidad de una revuelta de la tripulación y ordena a sus fieles proseguir a toda vela a pesar del notable riesgo de naufragio general. Así estamos.
Los Aguafuertes en Crónica Global.